12 de agosto de 2009

Debemos perseguir nuestos sueños


Francine era una chica a la que le encantaba soñar con la vida de cuento que quería tener, le encantaba la naturaleza, cantar, bailar y ser libre como los pajaros que revolotean de un lado a otro. Eso sí, siempre lejos de las miradas de los seres más curiosos, dado que era una chica tímida y reservada para sus cosas. Por mucho que la gustaba cantar y bailar era incapaz de hacerlo si cerca de ella había un ser desconocido o que a pesar de conocerlo no la inspiraba la suficiente confianza. Era una chica constante y lo suficientemente inteligente como para saber que era lo correcto y lo que la convenía en la vida. Su verdadera pasión eran los animales, la encantaba jugar con ellos, verlos correr o saltar, verlos libres en plena naturaleza.

Le entusiasmaba la idea de viajar a la selva con un equipo de voluntarios y poder entrar en contacto con los grandes mamíferos existentes en la tierra. Pero para ello necesitaba del apoyo de sus padres, lo cual era extremadamente complicado ya que ellos reprobaban esta idea suya. En su familia eran mal vistas las personas que se dedicaban a viajar a la selva sin ningún tipo de preparación y simplemente por el placer de vivir en plena naturaleza ayudando a otras especies a continuar su progreso. Eran mal vistos porque los tachaban de vagos, de personas demasiado lunáticas y de no tener la suficiente madurez como para asumir que la vida no son solo los placeres que te puede entregar una vida alejada de la humanidad y de la gran ciudad, alejada de los grandes problemas que existen en el mundo y viviendo de la caridad de nuestros semejantes.

A pesar de que sus padres no lo veían con buenos ojos, Francine decidió solicitar una beca y de este modo poder viajar con un equipo de voluntarios al centro de la sabana africana. La beca le fue concedida y aun sin el beneplácito de sus padres, emprendió aquel viaje que no tenía vuelta atrás. No comunicaba a sus padres la mayor parte de sus proyectos, unicamente sabían que ella estaba en un país extranjero ayudando al desarrollo y protección de las especies más amenazadas.
En un principio había cosas que le daban demasiado miedo, jamás había vivido en la selva, ni había estado rodeada de verdaderos animales salvajes. Pero con el paso del tiempo se adaptó a su nuevo medio, y supo sacar provecho a aquella experiencia que se presentaba ante sus ojos. Si recordaba a sus padres se sentía mal porque sabía perfectamente que no estaban de acuerdo con ella, pero no estaba dispuesta a que sus padres controlasen su vida. Por lo que unicamente se dejo llevar, y se dedico a descubrir todo lo bonito que podía ofrecerle aquel nuevo entorno, todo lo maravilloso que estaba ante sus ojos. Se entregó completamente a su nueva vida de voluntaria y fue completamente feliz. Eso era lo que ella deseaba, lo que la entusiasmaba desde hacía años, y por lo único que merecía la pena vivir. Si se hubiera achantado ante la presión de sus padres, jamás hubiera conocido lo bonito que es vivir en un lugar tan paradisiaco como aquel, el placer que se puede sentir al acostarse sobre la tierra seca y mirar al cielo completamente plagado de estrellas en una noche templada y de luna llena, rodeada de naturaleza y con el sonido de las fieras salvajes de fondo.

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