11 de octubre de 2009
Y no me equivoqué
Siempre soñé con un momento así, precioso, que fuese solo mío, únicamente mío. Pero todo era tan complejo, tan difícil… que parecía prácticamente imposible. Me dio por pensar en mil cosas, analizar la situación completamente, ver todos los pros y contras que tenía. Lo hice siguiendo el consejo de alguien muy querido para mí, y creo que hice bien en analizarlo todo. Vi las cosas buenas, pero esas ya las había visto hace mucho tiempo. Vi que sería feliz, inmensamente feliz, sabía que era algo precioso, algo que únicamente ocurre una vez en la vida, tenía clarísimo que ese era el momento porque yo así lo había querido.
Pero no todo en la vida es un camino de rosas, también me tuve que enfrentar a todas las cosas no tan buenas, a todos los miedos que os podáis imaginar. Tenía tantas referencias, tantas cosas por analizar, que estuve cientos de horas pensando, incluso creí que mi cabeza iba a explotar. En mis miedos estaba el dolor y el sufrimiento. Nada puede ser bonito si te causa dolor, por pequeño que sea. Tenía un miedo horrible a defraudar a mi familia, a mis padres concretamente. Ellos llevaban toda la vida enseñándome la forma en la que debía afrontar la vida, cuál era el camino que debía de seguir, por eso el poder defraudarlos me causaba un dolor horrible. No soportaría ver sufrir a mi madre, sería lo peor que me podría pasar en la vida. Miedo al fracaso, a errar en mi actitud, a equivocarme y que ya no hubiese vuelta atrás.
Pensé tantas cosas, que por mi cabeza paso la idea de no seguir adelante con mis pensamientos y con mis ilusiones. De esta forma mis padres no sufrirían nunca, yo no les causaría daño ni dolor. Pero por otra parte pensé que era perjudicial para mí pensar solo en los demás, no pensar en lo que yo deseaba, en lo que yo quería. Por lo tanto al final me decidí, a seguir a delante con mis proyectos y con mis ilusiones. Aparté de mi mente todos los miedos que la habían rondado y que tanto mal me habían hecho, y solo escuche las cosas bonitas que había en mi corazón.
Y llegó el gran día, sin prepararlo, sin quererlo, me enfrenté a todos mis miedos y a todas mis alegrías. Y fue algo precioso tal cual me lo había imaginado en mis mejores sueños. Ahora no me arrepiento de nada, porque soy feliz, tan feliz como jamás imagine. Pensé en mí, en lo que yo quería, en lo que a mí me haría feliz, y no me equivoqué.
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